miércoles, 10 de septiembre de 2008

EL AMOR CIVIL... ( la epistola de Melchor Ocampo)

El pasado sábado 06 de Septiembre, fui invitado de honor, a la pérdida de la soltería de uno más de mis amigos- creo que todos me han abandonado y solo falto yo-, Carlitos Solorzano, que es un ilustre mexicano nacido en una ciudad de Estados Unidos, pero adoptado por los nayaritas desde muy corta edad. Compañero de muchas aventuras, desde nuestros tiempos de mini FUTBOLISTAS en los torneos " dientes de leche" en los que el balón era más grande que nuestras piernas, pasando por la época de universitarios, en donde comer y pagar la renta era un verdadero desafío con tal de alcanzar el ansiado titulo, hasta nuestras largas charlas obviamente hablando de MUJERES DIVINAS en nuestros viajes por el sureste o sencillamente ante una chela bien fría en la sala de nuestra casa de Zapopan. Amigo de pocas palabras, pero las emitidas con la suficiente firmeza y convicción propias de las personas que son decididas y saben lo que quieren de la vida, deportista de corazón y básquetbolero de pasión, en fin, el dicho popular de Napoleón Bonaparte de que la GRANDEZA de una persona se mide de la cabeza al cielo, en este caso no aplica, ya que el Carlitos con sus casi 2 metros de altura, cumple con la lógica de una persona COMPROMETIDA en toda la extensión de la palabra.

Entiendo que quien lea estas líneas puede sentirse extrañado del título del texto, quizá solamente el hecho de que mi amigo se caso por el civil, pero hay mucho de fondo en lo que sigue a continuación:

Melchor Ocampo fue otro mexicano ilustre pero que vivió en el siglo XIX, nacido en Michoacán, en plena época del México independiente- o mejor dicho intentando hacer este país independiente desde ese tiempo- Gran pensador liberal, autor intelectual de las leyes de reforma, luchador incansable de la igualdad, la democracia y de la libertad de credo, un verdadero adelantado a su tiempo, que junto con Benito Juárez sentó las bases de lo que hoy es México- con todo y sus políticos nefastos- Pues entre los muchas cosas que escribió el buen Melchor, estuvo la muy afamada y nunca bien ponderada EPISTOLA DE MELCHOR OCAMPO –obviamente-. Para las que no ubiquen este famoso escrito, tal vez sus mayores les puedan ayudar, esta EPISTOLA, es la que durante más de 100 años leían los jueces del registro civil a los recién casados, creo que en algunos lugares de nuestro México todavía algunos jueces se echan esta letanía. Pero ¿qué tiene de raro este escrito? o ¿porque se ha hecho tanto polémica sobre él?. Pues resulta que en aquellos tiempo de Don Melchor, las mujeres no eran o mejor dicho no representaban para la sociedad lo que ahora –con sus excepciones, porque aunque digan que no, siempre nos han traído a los hombres marcando el paso- el caso es, que muchas de las MUJERES MODERNAS han sentido que la dichosa epístola causante de que la gran mayoría de nosotros estemos aquí, ya no se acomoda a los nuevos tiempos. Y es que las feministas no están de acuerdo con que la mujer debe ser ABNEGADA Y OBEDIENTE, lo cual si buscamos en cualquier diccionario moderno significa, sacrificio o renuncia voluntaria de una persona a pasiones, deseos o intereses a favor de otro. Y sinceramente a muchos hombres también nos sacude el termino así de bote pronto, pero si revisamos completamente el escrito realizado en 1859, podemos ver que la gran base ideológica utilizada por el buen Ocampo, se sustenta en la NATURALEZA, del macho que representa el VALOR y la FUERZA en COMUNION con la BELLEZA y TERNURA de la hembra. Como no pretendo entrar en gran conflicto con este tema porque seguro saldría raspado, porque además soy ferviente admirador del despertar de las mujeres, yo prefiero resaltar este párrafo escrito en la mismísima epístola y que dice lo siguiente: “el matrimonio es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano”, aunque seguramente los que viven en unión libre y los homosexuales no estén de acuerdo, y dejando a un lado esas pequeñeces, podemos apreciar que lo importante, es que la unión de dos personas es la forma primaria de perfección humana, ya sea dicha por el sacerdote, un anticlerical como Ocampo, o bastando el mismísimo COMPROMISO de los involucrados –cosa muy compleja en la actualidad, pero que requiero de toda la voluntad y el corazón-.

Como ya me estoy metiendo en varias broncas con el tema, prefiero regresar al motivo principal del escrito, que es felicitar a Carlitos y a Paola por su matrimonio, y si hacen caso o no a la epístola será su bronca que tendrán que sortear ahora que están casados, lo que no quiero dejar pasar es que nos ubiquemos en las cosas primitivas que tenemos los humanos, como es el amor en pareja, la responsabilidad, la fidelidad, el respeto y otras tantas cosas que en ocasiones perdemos,-propio también de los humanos- que intentemos estar juntos en el camino y si es necesario buscar la manera de retomar el rumbo, porque aunque nos vanagloriamos con decir que vivimos en civilidad, en muchas ocasiones el AMOR CIVIL parece volverse inalcanzable y es aquí cuando la GRANDEZA de las personas debe salir a flote para lograr la PERFECCION ANHELADA.




Felicidades hermano!!!

Saludos
Carlos Aldaco.

NOTA 1. Para los que quieran clavarse más en la epístola ya sea para crucificarla o ensalzarla, ahí se las agrego al final completita.
NOTA 2. Para mis amigas muy liberales, espero que me manden su NUEVA propuesta de epístola para los siguientes siglos.

Epístola de Melchor Ocampo
Julio de 1859

Declaro en nombre de la ley y de la Sociedad, que quedan ustedes unidos en legítimo matrimonio con todos los derechos y prerrogativas que la ley otorga y con las obligaciones que impone; y manifiesto: "Que éste es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano. Este no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí.
El hombre cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él, y cuando por la Sociedad se le ha confiado.
La mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo propia de su carácter.
El uno y el otro se deben y tendrán respeto, deferencia, fidelidad, confianza y ternura, ambos procurarán que lo que el uno se esperaba del otro al unirse con él, no vaya a desmentirse con la unión.Que ambos deben prudenciar y atenuar sus faltas. Nunca se dirán injurias, porque las injurias entre los casados deshonran al que las vierte, y prueban su falta de tino o de cordura en la elección, ni mucho menos se maltratarán de obra, porque es villano y cobarde abusar de la fuerza.
Ambos deben prepararse con el estudio, amistosa y mutua corrección de sus defectos, a la suprema magistratura de padres de familia, para que cuando lleguen a serlo, sus hijos encuentren en ellos buen ejemplo y una conducta digna de servirles de modelo. La doctrina que inspiren a estos tiernos y amados lazos de su afecto, hará su suerte próspera o adversa; y la felicidad o desventura de los hijos será la recompensa o el castigo, la ventura o la desdicha de los padres. La Sociedad bendice, considera y alaba a los buenos padres, por el gran bien que le hacen dándoles buenos y cumplidos ciudadanos; y la misma, censura y desprecia debidamente a los que, por abandono, por mal entendido cariño o por su mal ejemplo, corrompen el depósito sagrado que la naturaleza les confió, concediéndoles tales hijos.
Y por último, que cuando la Sociedad ve que tales personas no merecían ser elevadas a la dignidad de padres, sino que sólo debían haber vivido sujetas a tutela, como incapaces de conducirse dignamente, se duele de haber consagrado con su autoridad la unión de un hombre y una mujer que no han sabido ser libres y dirigirse por sí mismos hacia el bien".

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